NOTAS SOBRE LOS PROCESOS DE EMANCIPACIÓN Y ORGANIZACIONES DE LAS MUJERES EN EL PACÍFICO COLOMBIANO.

Desde la mirada de un afrocolombiano.



Por Jaime Rivas Díaz

Comunicador Social

Tumaco, 2012



1.            Las mujeres negras en la historia de Colombia y el Pacífico colombiano.


Las mujeres africanas llegaron a la Costa Pacífica colombiana como apoyo a las cuadrillas de hombres africanos esclavizados en las minas de Barbacoas e  Iscuandé. Fueron traídas para servir de cocineras y atender a los amos que residían en sus reales de mina.


Esta llegada transformó la vida de las cuadrillas. Esclavizados y esclavizadas encontraron formas diversas de encontrarse y de esos encuentros aparecieron los primeros afros nacidos en la esclavitud, algunos con padres reconocidos, otros sin este reconocimiento, fueron asumidos como hijos del grupo. Allí, según los historiadores, nacieron las sociedades afrocolombianas del Pacífico, pues el cuidado de los hijos implicó otras condiciones, el crecimiento poblacional generó comunidades alrededor o dentro del real de mina, de las normas del amo y las traídas de áfrica y las aprendidas a los indígenas, socios en las condiciones de esclavitud con los afros.


Su papel de madres de las comunidades les impuso el liderazgo que otras mujeres de la sociedad de su época no tenían. Fueron las mamabuela o mamaguela,  las mamachiquitas, las tías y los  tíos, en remplazo del padre ausente o de la madre trabajadora en la mina o en el raicero, quienes enseñaron a las niñas y niños afros sus primeros conocimientos de la vida y los acompañaron en su crecimiento.


Cuando se trató de escapar hacia los palenques, las mujeres ayudaron con la carga de alimentos, de los niños, de semillas y de los pocos trastos que le servirían en las casas que construirían en los nuevos territorios. Pero también empuñaron las armas cuando fue necesario, curaron a sus guerreros y les animaron a seguir adelante.


Ellas  descubrieron nuevas plantas y métodos para cocinar y alimentar a sus familias, y para curar sus dolencias cuando fue necesario. Así mismo se encargaron de reorganizar las celebraciones religiosas y civiles, el aseo de los pueblos, la atención de los enfermos y coordinar los entierros, es decir, la construcción social y cultural de las comunidades negras.


En este proceso también se fue construyendo y modificando la estructura familiar: la familia patriarcal del español esclavista fue el modelo impuesto, de manera que las comunidades más cercanas a los centros mineros o a las ciudades andinas de origen español, los libres adoptaron el rito religioso y la estructura patriarcal de la mujer. Pero, en la periferia de la influencia de los amos, la familia afro si bien apropió el modelo patriarcal de la familia católica española se dio algunas libertades, configurando familias en  las que la mujer tenía un papel más protagonista como en algunos ríos y pueblos costeros del Pacífico.




2.            Modernización del Pacífico y la emancipación de la mujer.


El proceso de colonización de las riveras de los ríos, esteros y playas del Pacífico nariñense por parte de los afros libres fue un proceso de construcción de pueblos libres en el que gracias a su creatividad y herencia cultural pudieron adaptarse a estos nuevos ecosistemas y desarrollar en él nuevas formas de vida. En esta nueva época se sientan otras condiciones para la emancipación de las mujeres en el contexto de modernización que vivía la subregión: la urbanización y la educación.


La urbanización de los caseríos del siglo XIX como Tumaco, gracias al empuje comercializador de la tagua, el caucho y otras especies locales sumado a la construcción del ferrocarril Tumaco-Pasto, atrajo a muchos pobladores negros a los pueblos cercanos a Tumaco y a Tumaco mismo, donde iniciaron una historia como obreros, en algunos casos cosechando látex natural, otras tumbando y pelando mangles. Ahí las mujeres entraron por primera vez al mercado laboral como cocineras, lavanderas y otros oficios no tradicionales, que implicaban dejar la casa y  obtener pequeños ingresos.


La población creció, los poblados se hicieron más grandes, Tumaco se convirtió a mediados del siglo veinte en la ciudad de mayor oblación de la subregión y en los años sesenta y setentas la industria maderera y pesquera jalonó nuevos cambios. Ya las mujeres negras habían empezado a aprender las primeras letras en sus escuelas rurales y algunas pudieron romper el cerco racista de las escuelas para señoritas fundadas por religiosas para educar a las niñas blancas de la ciudad.


Quizás fueron las maestras de escuelas las primeras mujeres negras profesionales que dejaron sus hogares en las ciudades para ir a las veredas a enseñar y liderar a las florecientes comunidades negras. Y esa primera instrucción en lo rural abrió el horizonte nacional e internacional de las mujeres afros de los años sesenta que continuaron con la conquista, ya no de las ciudades regionales sino las nacionales e internacionales. Entre los sesentas y setentas, mujeres negras del Pacífico atraviesan las cordilleras y fronteras para ir a trabajar en hogares de Cali, Pereira, Bogotá y Bucaramanga, entre otras ciudades de Colombia; Esmeraldas, Guayaquil, en Ecuador; Caracas en Venezuela.


Esta experiencia, compartida con compañeros negros de igual origen, introduce a las comunidades del Pacífico los signos de la modernidad: el uso de pantalones por parte de las mujeres, el acceso a electrodomésticos  como la TV y la nevera, el concepto del amor de pareja y la idea de la planificación familiar, entre otras. Estas mujeres vivieron la ciudad con su mirada sumisa pero encantadas, aprendieron a divertirse de otras maneras, incluso su mirada sobre el sexo y las relaciones con sus hombres cambiaron. Las mujeres habían encontrado otras formas de emanciparse e igualarse con sus compañeros en la producción y reclaman ser tratadas como iguales.


Y estas mujeres volvieron con sus compañeros a las comunidades, cargadas de maletas con ropa de moda, colorete y perfumes, formas de maquillarse y arreglarse el pelo, con historias de amores libres y sueños de mejorar sus familias con los recursos que habían ahorrado o girado. La educación de sus hijos se convirtió en el proyecto central porque habían experimentado que sin formación sus hijos no podrán llegar a “ser alguien”. Ellas habían sufrido en carne no solo las condiciones difíciles de trabajos mal pagos, sino las injusticias del racismo, así como la imposibilidad de avanzar en la pirámide social por su falta de formación académica.


Entonces la salida llegó por otro lado.


3.    Proyectos de desarrollo y organización de la mujer.


Los movimientos izquierdistas  o “de avanzada” de la época de los setenta y  ochentas no vieron estos cambios en la mujeres y así como consideraban que el problema racial se resolvería cuando la principal contradicción –el de las clases sociales- se resolviera, así mismo pensaban que dichas revoluciones darían a las mujeres el puesto que históricamente se merecían.


 Sin embargo, una brecha se abrió en el Pacífico por el lado que menos se esperaba: por la propuesta desarrollista. Las mujeres del Pacífico nariñense habían ocupado siempre un lugar de liderazgo en sus comunidades, como lo hemos dicho arriba,  sin embargo, la presencia del Proyecto Mujer, del Plan de Desarrollo del Pacífico (1984-1992), impone una dinámica a mujeres de la subregión mediante el fortalecimiento organizativo y productivo, que permite hacer visible a la mujer como sujeto público, al menos en la región.


Al Proyecto Mujer le siguieron otras iniciativas, entre ellas las La Casa de la Mujer a comienzos de los años noventa. Las mujeres de Tumaco, en este caso, se hicieron protagonistas de cuanto taller de formación se daba, empezaron a organizarse alrededor de proyectos productivos ambiciosos como los de la Cooperativa Las Negritas y la empresa Camaronera Mujeres en Acción entre otras. El apoyo institucional fue clave en estos proceso; sin embargo, hasta ahí no había un discurso sobre los derechos de la mujer, o de la mujer negra, o pretensiones políticas de organización o participación que reivindicaran el papel de la mujer como actor social y político. Más bien, fueron esfuerzos institucionales que obedecían a lineamientos nacionales e internacionales para dar cabida a la mujer en el desarrollo.


Es, quizás, la iniciativa de la Mesa de las Mujeres de Tumaco el primer intento local en hacer visible a la mujer negra como actor social y político en el municipio, conformación demostró la madurez organizativa en algunas de las asociaciones que la conforman y claridad no solo de sus derechos sino en las acciones que se deben realizar para mejorar sus situaciones. Esto último se recogió en el proceso de construcción de la  Política Pública de Equidad de Género  formulada el año pasado e integrada al Plan de Desarrollo Municipal.


4.    Transformaciones de la visión sobre el papel de la mujer en el pacífico colombiano: caso Tumaco.


Las transformaciones de las mujeres en su proceso de emancipación y lucha por sus derechos en el municipio de Tumaco no ha terminado pero es innegable que ha dado pasos agigantados y ha corrido de la mano y a veces paralelo al proceso de visualización y reconocimiento de los derechos del pueblo negro de Colombia. Las mujeres cada vez están mejor preparadas: una observación sencilla es ver las jovencitas que salen de colegios en donde antes se veían más valores que niñas, como en IEITIN, o del SENA, o de las universidades locales; o verlas en los equipo de profesionales de las instituciones, o en las escuelas del municipio… lenta pero segura han avanzado ocupando espacios de la vida pública que en un pasado no muy lejano, era exclusivo de los varones, como le futbol. En las canchas de Texas, Ciudadela y Barrio Obrero cada vez es más frecuente ver a las chicas entrenando y compitiendo a los equipos de futbol de mujeres con la gracia  y el “berrenque” femeninos.


En este proceso, y en un lapso no muy largo de tiempo, las mujeres salieron del espacio privado que la sociedad patriarcal de la esclavitud española y criolla le impuso a la mujer negra esclavizada, y ahora está compitiendo con mayores posibilidades de equidad con el varón en la esfera pública. Esta transformación ha significado –desde luego- cambios en la estructura y dinámicas de la  familia afro tradicional, ha presionado al varón para que cambie su rol y le exige un mayor y mejor desempeño en la crianza de los hijos.


Esta nueva situación genera nuevos retos a las mujeres, a los varones y en general a las nuevas familias afros, que cada vez tienen menos respaldo de las redes familiares extensas de épocas pasadas, y el reto que significa que los dos padres trabajen fuera del hogar y que los niños crezcan con niñeras o en los peores casos con el televisor o con el computador, ambos instrumentos de rotunda influencia en la manera de ser y pensar de los individuos, que modelan deseos y sueños, expectativas y búsquedas, con su extensa gama de oferta de consumo e información... Ese es un tema que hay que empezar a reflexionar desde ahora.



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