ALGUNAS NOTAS DE ACERCAMIENTO A LAS CONDICIONES DE LOS JÓVENES AFROCOLOMBIANOS EN LA SUBREGIÓN DEL PACIFICO SUR.

ALGUNAS NOTAS DE ACERCAMIENTO A LAS CONDICIONES DE
LOS JÓVENES AFROCOLOMBIANOS EN LA SUBREGIÓN DEL
PACIFICO SUR.

Por
Jaime Rivas Díaz
Comunicador social y popular del Pacífico.
Ramón Orlando Montaño Grueso
Líder juvenil afrocolombiano.
Tumaco, 2006




Desde los años noventa, pero especialmente, durante los primeros cinco años del presente siglo, se incrementó en la subregion[1] un proceso de transformación sociocultural y económico que ha involucrado a las familias afrocolombianas, ocasionando cambios en la estructura tradicional de las familias, en los modos de producción de las comunidades rurales, y fundamentalmente en las expectativas de consumo de las nuevas generaciones. Los jóvenes afrocolombianos, de comienzo del milenio, en el municipio, están entre una cultura tradicional rural, cada  vez mas débil, y una cultura moderna, globalizada, cada vez mas fuerte y que los seduce desde la tele, los videos, la radio, las motocicletas, el celular, el Internet, y de manera específica, por el mercado.

Aunque este proceso de transformación tiene su raíz en la misma construcción histórica del país, a favor de entender su impacto en la actual juventud afrocolombiana subregional, nos vamos a referir a hechos ocurridos entre los años ochenta y noventa en la subregion pacifico sur colombiano o costa pacifica nariñense.

El contexto.

Los años ochenta fueron el Tumaco del Paro Cívico y las movilizaciones para reclamar la prestación de servicios sociales básicos como el agua, la electricidad y la educación. Es tal la intensidad de las movilizaciones, que la década termina con el Tumacazo el 16 de septiembre de 1988 cuando una multitud enardecida quema las instalaciones de la Alcaldía municipal y el ICBF, saquea el banco de Colombia y la caja agraria, entre otros desmanes.

El liderazgo juvenil de esta época es un liderazgo cultural, estudiantil, apenas están circulando las ideas de lo afrocolombiano centrado en el tema del racismo; la juventud de Tumaco participa en una serie de eventos como el primer Festival de Teatro, el primer Festival del Currulao, se realizan talleres de teatro, de música suramericana, de escritores; por otro lado se evidencia un espíritu de organización cívica orientada por la Cámara Júnior, La Iglesia Católica y la Cruz Roja.

Si en los ochentas, la pelea  es por servicios públicos, los noventa parecen destinado a corregir esta falencia, con sus propios efectos: se pavimenta la vía Pasto Tumaco, se interconecta la ciudad a las redes eléctricas nacionales, se amplía la red telefonía, se montan las primeras antenas parabólicas y una extensión de la universidad de Nariño inicia labores con un programa de Ingeniería Pesquera seguida por  un de Derecho.

En los noventa, la ciudad de Tumaco sufre otros fenómenos sociales relacionados con la modernización: la Vía Tumaco-Pasto se pavimentó y acortó la distancia entre la ciudad y el interior del país; esto, sumado a los proyectos de adoquinamiento de las principales vías, así como la construcción de las nuevas ciudadelas en la parte continental de la ciudad que traen  mano de obra barata y letrada de la zona andina a participar de estos trabajos dejando por fuera a los maestros de obra locales y a muchas familias sin empleo.

Con la vía mejorada, el macroproyecto de la palma aceitera se hace posible, entonces, en el municipio de Tumaco el área de palma sembrada pasó de 10.970 hectárea en 1990 a 30.000 hectáreas en el 2005. La cantidad de zona rural del municipio nunca se evaluó, la dimensión de los efectos sobres la transformación que implicaba para las familias afrocolombianas el paso de propietarias a asalariadas en las palmicultoras es aún desconocido en su totalidad desde la investigación académica; sin embargo, hay algunos indicios que pueden registrarse: la población urbana de Tumaco creció en estos años, las invasiones y nuevos barrios en la parte continental y en la isla del morro cuenta de esto.

Paralelo a la palma aceite se instala el proyecto de las camaroneras y el macroproyecto del puerto pesquero toma fuerza. Muchos jóvenes van a ir a trabajar en las palmeras como en las camaroneras, pasando a formar una creciente masa de jornaleros mal pagados.

Paradójicamente, estos años también son los del movimiento social de la Ley 70 de 1993.  Durante esta década, activistas culturales y líderes de la década anterior protagonizan el proceso de formulación, socialización y reglamentación de algunos artículos de la Ley. Aparecen nuevos actores sociales como son las organizaciones  étnicoterritoriales como el Común, Comité Municipal de Comunidades Negras, núcleo orinal del Palenque Nariño y nacen los Concejos Comunitarios de Comunidades Negras.

Las  esperanzas de mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades generadas por los proyectos de pavimentación, conectividad eléctrica y mediática; o con la industria camaronera, pesquera y palmera, se van  reduciendo a mediados de la década a causa de los pocos resultados de estos. El puerto pesquero demuestra que no resolverá los problemas del pescador pese a la gran cantidad de recursos invertidos en él; las empresas camaroneras cierran, dejando centenares de familias sin empleo; y las palmicultoras multiplican sus hectáreas de tierra plantada pero no los salarios. Todo esto va a crear un ambiente de desconfianza en las acciones empresariales lícita y deja espacio libre para un fenómeno que se introducía de manera subterránea: el incremento de los cultivos de uso ilícitos.

A finales  de los noventa, se inicia una migración de población mestiza, proveniente del Putumayo y otras zonas de la amazonía. Venía a conocer el territorio y a montar el nuevo negocio.  La coca se expandió en la subregion como el fuego en un campo fumigado con gasolina, y tras ellas vino el conflicto armado entre guerrilleros, paramilitares y ejército nacional que arrojo entre 1998 y 2006  la suma de 25.000 personas expulsadas de sus caseríos, Magüi Payán y la Tola.  Las personas hacinadas que en silencio cuentan de asesinatos sistemáticos y de mataderos como el tigre, donde aparecían los cadáveres mutilados y abaleados.

Según el Censo de Cultivo de Coca. ONU. Oficina contra la droga el delito. Junio de 2005, las hectáreas de cultivos de coca se triplicaron entre 1999 y 2004.  El estudio registra para 1999, 3.959 hectáreas mientras que en el 2004 estas pasan a 14.154 hectáreas.

En 2005 llegaron las fumigaciones con glifosato y con ellas no sólo la perdida de los sembrios de coca sino de los de pan coger. Rrecompás, la  Red de Consejos Comunitarios del Pacíficos sur, denunció que la fumigación acabó con trescientas hectáreas de cultivos lícitos que hacían parte de un proyecto con Ecofondo. En otras partes de la subregion se denunciaron efectos contra la salid de las personas y de animales domésticos.

Es en este contexto donde debemos ubicar las acciones y actividades de la juventud municipal, de sus opciones y esperanzas, de sus retos y sus oportunidades.

Los jóvenes afrocolombianos y los cultivos de uso ilícitos.

Según los planes de desarrollo de los diez municipios de la subregión, para 2005 habían en la región  un total de 320.451 habitantes, de los cuales 92.487, es decir, el 29 %, estaban entre los 15 y los 29 año.

Por su parte, el Censo del Dane de 2005 registra para Tumaco la suma de 161.490 habitantes de los cuales 44.733 aproximadamente están entre los 15 los 29 años, el 27.7 %. Para el Dane, en Tumaco el 89.0% de la población es afrocolombiana.

Este mismo censo registra que en Tumaco la mayor parte de la población ha cursado o cursa algún tipo de formación académica, así:   70.410, o sea el 43% de la población habría cursado la básica primaria, 42.149, equivalente al 26.1% habría cursado secundaria, y unas pequeñas sumas habrían cursado una formación técnica, normalista, profesional y especialización. Así, solo 4.037 habitantes (2.5%) tendrían estudios en media técnica, 807 (0,5%) de normalistas, 2.584 (1.6%) en formación tecnológica, 4.199 (2.6%) de profesional y 807 (0.5) en especializaciones, maestrías  o doctorado. Un total de 29.230 (18.1) personas del municipio no ha cursado ningunas tipo de formación académica.

Estos datos indican de manera dramática como la población profesional y técnica es muy inferior a la población que ha cursa bachiller o primaria, si consideramos que buena parte de la población joven es la que cursa la secundaria y se profesionaliza o se forma técnicamente, estaríamos ante una juventud con alguna formación en primaria y secundaria, pero muy escasa en la técnica y profesional, menos en especializaciones maestrías y doctorados.  Tabla 1.


Tabla 1: Nivel educativo del municipio de Tumaco.
Información preparada a partir de datos del Censo Dane 2005.

Nivel educativo del municipio Tumaco,Dane 2005

Preescolar

Básica primaria

Secundaria

Media técnica

Normalista

Tecnológica

Profesional
Especialización, maestría doctorado

ninguna
4,6
43,6
26,1
2,5
0,5
1,6
2,6
0,5
18,1
7.429
70.410
42.149
4.037
807
2.584
4.199
807
29.230



Este nivel educativo en la juventud, mas la condiciones socioeconómicos del contexto es terreno fértil para que sea ésta sea objetivo de la economía de burbuja del narcotráfico que cabalga sobre el incremento de los cultivos de uso ilícito. 

Con la coca, los jóvenes del municipio van a tener acceso a dinero nunca antes visto y a experimentar el consumo que los medios masivos y el mercado les ofrecía y no podían tener antes.  Según testimonios, en tres meses un joven puede recibir de tres millones de pesos en adelante según el tamaño del cultivo; esto frente a las dificultades de comercialización del cacao, el bajo precio del plátano, o de las naranjas y otros cultivos tradicionales, hace de la coca un negocio sin competencia alguna.

Con los nuevos ingresos, del viejo charuco[2] tradicional se salta al wisky escocés, de la casa de madera a la de concreto y cristal, de la comida local a los restaurante finos, las motos y los carros de segunda pululan.  Incluso, la economía del narcotráfico, que acompaña los cultivos, creó un pueblo: Llorente, además de centenares de bares y restaurantes, centros comerciales y de juegos.

Entonces el joven se vio involucrado en el contexto ilegal y de violencia que caracteriza la economía del narcotráfico: paramilitares, guerrilleros, ejercito, pandillas, delincuentes comunes, buscaron sus concurso, lo contrataron y lo condenaron a muerte:  cultivador, raspachín, mula, no importa si se es negro, si se tiene territorio colectivo, si hay consejos comunitario, ante la fumigación se aprende a proteger la coca, se la mete entre los platanales se tumban los viejos cacaotales, se irrumpe en el monte de los ancestros.

La problemática del joven rural de Tumaco en el contexto  de los cultivos de usos ilícitos se puede caracterizar bajo los siguientes componentes.

Territorio: se aprecia una pérdida de la visión tradicional del territorio y del sistema tradicional de producción local. Lo que ocasiona una poca valoración de la lucha que la generación inmediatamente anterior ha encarado por la recuperación, defensa y conservación del territorio ancestral.

Identidad: la visión consumista del bienestar se fortalece por la creciente oferta mediática y del mercado; la identidad tradicional del joven afrocolombiano se transforma, la seducción del mercado y el capital le ponen nuevos referentes identitarios.

Educación: El antiguo principio de “estudiar para salir adelante” que fuera en el proyecto familiares de las anteriores generaciones, ahora se desestima por la idea de que estudiar es perder tiempo, que con titulo o sin titulo no se va a ganar lo que se gana con los cultivos de coca.

Con los cultivos de uso ilícitos, esa otra forma de bienestar publicitada a todas voces por la TV y la Radio, se instaura, ya no se cultiva lo tradicional porque todo se compra en el supermercado paisa, ya no se requiere terminar el bachillerato y sufrir seis años de carrera profesional, ahora si se puede deparar una buena cantidad de pasta hacia el país del norte ya no habrá necesidad de estudios porque con la plata que se trae alcanza para lo pocos años que quedan de vida:  es una visión fatalista, engendrada en la incredulidad hacia las promesas de un Estado débil y desinteresado por la vida de los afros de esta zona , y unos políticos corruptos que nunca los tuvieron en cuenta, en esta nueva situación, ya no tiene cabida el currulao, los “corridos malditos” expresan la identidad construida en la época narcótica.

La vieja cultura de los mayores, fundada en la solidaridad, en el trabajo, la familia extensa, en la ética cristiana, la palabra con señal del compromiso, pasan a ser remplazada, lenta pero segura, por la ética de los matones, la cultura antisocial, tremendamente individualista, sin futuro, donde el pode del dinero y las amas remplazan el viejo don de la palabra del anciano en la solución de los conflictos, los nuevos ídolos ya no son los mejores pescadores, cazadores o corteros, ahora son los capos, los  patrones, los nuevos dueños de las tierras y del destino de quienes no están a su favor.

Con los sueños violados por la marginalidad, los jóvenes no saben que los actores armados que los involucran en la aventura de los cultivos ilícito, violan sus derechos humanos, violan el derecho internacional humanitario, violan las normativas sociocultural, tradicional, y sus derechos como afrocolombianos, como jóvenes y  ciudadanos de este país.

Algunos efectos de la economía del narcotráfico en los jóvenes afrolombianos del municipio pueden rastrearse en otros indicios, por ejemplo: en el Informe de las muertes por causas externas registradas por el observatorio del delito en Tumaco se observaba que “durante los periodos de 2003 y 2004 hubo un aumento de 56 casos (25%) en número de muerte, pues en el 2.004 se presentaron 274 muertes mientras que en el 2003 se habían presentado 218 por causas externa en la ciudad (…) en  relación con los grupos de edad, para 2004 el grupo mas afectado es el de 20 a 29 años (41%) que presentó un incremento considerable en relación con el periodo anterior en que aportaba el 35%. El 96% de los casos ocurridos en 2.004 son hombres”.


Joven y familia afrocolombianos

En general, los jóvenes son semillas de transformación. Por su lugar en la historia familiar y comunitaria constituyen un motor de las transformaciones sociales y culturales, de hecho en ellos se funda la esperanza de una mejor vida para sus familias. Eso es así desde que el ser humano tuvo conciencia de si mismo. La juventud es sinómino de cambio, de nuevas formas de ver y hacer las cosas, de revolución.

Esta naturaleza juvenil en el marco de familias autoritarias es punto de conflicto y de ruptura. Y nuestras familias no necesariamente han sido las más democráticas. Los más de doscientos años de esclavización dejaron de herencia rezagos de la vieja cultura del esclavista: los bajos niveles de autoestima, la incomunicación de los sentimientos entre padres e hijos, el castigo de los hijos con los métodos del esclavizador: rodillas sobre granos de maíz, los brazos en cruz, el latigazo con el perrero;  la subordinación total al blanco-mestizo, al amo, al padre, al mayor -En los aeropuertos de la región los jóvenes negros le dicen a los blancos patrón, son sumisos y serviciales- ; la mínima valoración de la mujer, consideradas solo como sujeto de placer sexual  y tenedora de los hijos; el determinismo físico corporal frente a la negativa valoración de la inteligencia y las labores intelectuales del ser afro, entre otras. Y en nuestros mayores, esta herencia es aún más fuerte.

En estas condiciones, la comunicación intergeneracional es limitada. Muchos mayores no dialogan con sus hijos, dan ordenes, no consultan los nuevos valore, gustos  o decisiones de sus hijos, cuestionan e invalidan  de entrada sus inquietudes; se expresan visiones de vida distintas, intereses encontrados, normativa social y moral en conflicto; todo esto requerirá de procesos de maduración intensos para lograr en las familias reales procesos de comunicación.

Para no terminar, dejamos planteado unos retos.

Estos son retos: un contexto municipal problemático, una juventud embelezada con el consumo y con la plata de la coca para consumir, y una familia afrocolombiana en transformación, destrozada por el cambio, desplazada, y con limitados espacios, medios y procesos de comunicarse. ¿Cómo asumir estos retos?    


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[1] Nos referimos a la subregión de la costa Pacífica Nariñense.
[2] Aguardiente de caña destilado en la zona.

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