La Obsesión de Lex Lutor: los poderosos de la tierra y el destino del Pacifico colombiano Jaime Rivas D
La Obsesión de Lex Lutor: los poderosos
de la tierra y el destino del Pacifico colombiano
Jaime
Rivas D
“De
afuera vendrán y de tu casa te sacarán”
Dicho
tradicional del Pacífico.
Una
de las pasiones o locuras del villano más famoso de Superman, Lex Lutor, es su obseción
por la propiedad privada de tierras: el tipo es capaz de usar una bomba atómica
para separar todo el oeste de Estados Unidos o crear su propia isla para vender
lotes o simplemente tenerla de arriendo, o como se dice en castizo, como lote
de engorde.
Esta
locura de Lex Lutor la padecen las elites latinoamericanas, especialmente la
colombiana, que es una elite acumuladora
de tierras, así sea para tenerlas ahí en un título, pero tenerla es su poder.
Ya
la novelística y la sociología latinoamericanas y colombianas se han ocupado
del tema suficientemente. La tierra en Suramérica es parte de los problemas estructurales
y una de las primeras causas de la pobreza de nuestra gente: “Siervo Sin Tierra”,
la novela de Eduardo Caballero Calderón, “Tierra Mojada” novela de Manuel
Zapata Olivella y los cuentos de “El Llano en Llamas” del mejicano Juan Rulfo
son solo ejemplos de esta tragedia.
Y
es que el problema no es sencillo como lo vive Lex Lutor; la tierra
suramericana (y también la del norte) que era de los indígenas precolombinos
fue expropiada y repartida por los colonizadores españoles y los que no la entregaron
por las buenas la abonaron con sus cuerpos y con su sangre. El caso no fue solo
la casi extinción de los nativos americanos, la ocupación europea vino a
quedarse y a quedarse con todo, pese al
olorcito de sangre y a cadáver que le perseguía.
Y
sus descendientes aprendieron la lección y se han mantenido en el esfuerzo.
La
historia de Suramérica y de Colombia es la de reformas agrarias fallidas.
Intentos legales para corregir este hecho de guerra, donde el poder de las
armas siempre ha favorecido a los invasores. El poder de las elites herederas
de la Colonia mantienen la propiedad de la tierra combinando todos los medios,
entre ellos los más perversos, como ocurrió con el paramilitarismo en
territorios del Caribe colombiano en que grandes hacendados, paramilitares y
funcionarios públicos intervinieron en un proceso de ampliación de los ya
tradicionales feudos en una estrategia
de despojo y aniquilación de campesinos que aún avergüenza a la sociedad
colombina.
Las
tierras del Pacífico se salvaron en su mayoría por la existencia de la Ley 70
de 1993 que había creado entonces los Territorios de Comunidades Negras y los
Consejos Comunitarios para su administración y pese a todo esto, tanto en el
Chocó como Tumaco las garras de los locos
por la tierra, los Lex Lutor colombianos, no dejaron de sentirse.
Ahora
están asesinando líderes comunitarios, personas que se han desempeñado en
liderar organizaciones para proteger sus territorios tradicionales. Es una
táctica ya históricamente conocida y probada: se asesina al líder, se crea el
terror, se provoca el desplazamiento y luego llegan los compradores. Van por la
tierra, obsesionados por el oro que fue por lo que vinieron sus ancestros, o
van por la coca que es lo único que han dejado otros colonizadores.
Es
una guerra no declarada donde el Estado, secuestrado por estas mismas elites,
está para contar los muertos. Mientras en Buenaventura los deudos y
organizaciones étnicas lloraban y enterraban a uno de sus líderes, otros
estaban siendo asesinados en Micay y en otros lugares de la región la amenaza
se propaga.
El
problema de los negros o afrocolombianos del Pacífico es que estamos asentados
en una tierra rica, en un territorio estratégico para la generación de riquezas
de los ricos de siempre y allí estamos, proponiendo otra forma de vivir, de
relacionarnos con el ambiente, de compartir con nuestras familias, de celebrar
la vida y la muerte…y eso poco le importa a Lex Lutor. Un alabao por los caídos.
Jrd.2018,
Pacífico colombiano.
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