DE LO RELIGIOSO


DE LO RELIGIOSO

Por definición, la religión desconfía de las capacidades del ser humano. Autoerigida como la enviada de los dioses a pastorear las ovejas descarriadas, la religión le arranca al individuo su autonomía y la confianza en sus propias capacidades, y en su lugar pone la fe. Hay que tener fe, te dicen. “Pon todos tus problemas en manos de dios”.

“Los desesperados hijos de Eva” deben ser orientados, vigiladas  sus acciones y sus instintos, no vaya ser que el pecado vestido de serpiente los seduzca con sus carnales placeres. El apetito sexual entre los fieles debe ser limitado, controlado, extirpado, limitado a la procreación; sin embargo, en el ejército de clérigos y beatos se reserva el derecho a la pederastia y otros placeres.

A las religiones les encanta la idea del ser humano como ovejas, como borregos. Debe ser por esto que en las dictaduras modernas los líderes de las religiones siempre están a lado de los dictadores y poderosos.

La religión se sustenta en el temor y la ignorancia del ser humano. Lo que los humanos no hemos podido explicar a través de la ciencia, la religión lo explica con mitologías, con representaciones y relatos fantásticos. Los misterios son uno de los ejes en que rueda la maquinaria religiosa.

El ser humano tiene una dimensión espiritual, una necesidad de trascendencia que nos obliga a preguntarnos qué somos, quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Sobre esta dimensión las religiones montan lo religioso y atribulan al individuo con discursos mesiánicos, amenazas apocalípticas y promesas celestiales.

A muchos religiosos se les enseña que el reino de sus dioses no está en la tierra, que los asuntos sociales no son los asuntos de los dioses. Es decir, la explotación de los desposeídos; la cultura mafiosa de las elites sociales, económicas y políticas; los derechos humanos; la educación pública de la población; las estrategia económicas para empobrecer países y grupos sociales; los avances o retrocesos en la democracia; nada de estos les interesa porque es mundano.

El religioso es apolítico. Desconfía de que algún hombre resuelva los problemas de la sociedad porque la sociedad está así por la maldad del hombre y el castigo divino. “Hermano, hay que arrepentirse y entrar en la senda del señor”. Quizás por eso sea tan notorio que la guerra y la pobreza estén más en los países religiosos que en los no religiosos. ¿A los dioses les gustan los mendigos y menesterosos?

Detrás de ese tinglado hay un poder, un ejercicio de control de los seres humanos y una estrategia de acumulación de riquezas a partir de la fe. Quizás fue el primero que haya experimentado la humanidad en su historia. Y pese a los adelantos de la ciencia, de la filosofía, de las artes, entre otras obras humanas, las religiones se imponen y se organizan como ejércitos en busca de nuevas almas para catequizar, para reclutar, para dominar a favor de interés de las elites religiosas. Solo basta ver los espectáculos audiovisuales y televisivos y las estrategias de recolección de fondos de los pastores de todas las clases.

Amen.


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