De pueblos y la corrupción
De pueblos
y la corrupción
Jaime Rivas Díaz
De los pueblos en la
historia de la humanidad me gustan los griegos
porque fueron capaces de enfrentar a sus dioses en favor de su libertad
y su condición de seres humanos; crearon la democracia como gobierno de los
hombres por los hombres, y la filosofía
como fuente del saber que ha orientado a buena parte de la humanidad.
Y en ese
sentido, me gustan los franceses
revolucionarios del siglo XVIII que fueron capaces de guillotinar a su
emperador y parte de la nobleza disoluta que vivía placeres mundanos sobre la
costilla de hombres y mujeres a las que trataba como siervos.
A pesar de que
respeto al Jesús histórico no me puede gustar el cristianismo y sus derivaciones actuales o neocristianismos
que predican el sometimiento del hombre a dioses y a otros hombres.
En China, otro pueblo
que me gusta, condenan a muerte a los narcotraficantes.
Y Bolívar, en su
lucha por construir la Gran Colombia dictó un decreto en el que se condenaba al
paredón de fusilamiento a los ladrones del fisco.
En Colombia alcaldes,
gobernadores, fiscales, senadores y hasta los presidentes de la nación han estado involucrados en escándanlos de
corrupción y narcotráfico y no pasa nada.
A lo mucho cuando son declarados culpables los condenan a la casa por
cárcel o a vivir de los colombianos en casa oficiales.
“Aunque
es difícil cuantificar el costo de la corrupción en el país, diversos cálculos
se acercan a la reciente cifra que dio el contralor general, Edgardo Maya,
según la cual este flagelo le cuesta al país 50 billones de
pesos al año: casi un billón de pesos por semana.”[1]
La elite que gobierna
Colombia (en esta caricatura de democracia) ha hecho de nuestro país una nación
paria en el contexto latinoamericano dada su histórica actitud de arrodillamiento
a la nación del norte, su estrategia de
corrupción política a todos los niveles de la sociedad y su moral de bolsillo
(bajo el auspicio de la iglesia católica) ha hecho de gran parte de colombianos
un pueblo servil y complaciente con la injusticia y violencia de sus
gobernantes.
Un pueblo sano y
culturalmente rico no soportaría tanto. Un pueblo educado y digno de sí mismo
hace años los hubiera colgado. Pero no, aquí nos gastamos los días adorando al
niño dios y esperando que a punta de padrenuestros el sistema de corrupción
cambie, mientras que esperamos que de la mesa del banquete nos caigan las
sobras.
Alguien dijo en el
pasado que el pueblo se merece a sus gobernantes. El esclavo se merece su amo,
diríamos ahora.
Los ciudadanos somos
responsables de lo que pasa en Colombia. Con decir que hacemos lo que todo el
mundo hace no basta. Con acusar a los otros y quedarnos esperando el milagrito
esto no va cambiar. Los colombianos necesitamos liberarnos de este cáncer
social, asumir como pueblo la responsabilidad de juzgar y condenar estos
crímenes a la economía de todos.
Y es que la libertad
humana requiere, responsabilidad, dice Savater en su Ética para Amador. Yo no
puedo pedir que me den libertad, si la quiero debo luchar por ella y asumir el
precio. Igual es la autonomía, cómo puedo ser autónomo, dueño de mis propias decisiones,
si mi acción depende de otros, no de mí mismo, no de mis capacidades, no de mis
propios recursos. La libertad como la autonomía exige del ser humano
responsabilidad, trabajo, manejo de su propio destino.
Y al parecer eso de
eso tenemos muy poco.
Jrd. Tumaco 2019.
Pacifico colombiano.
Comentarios
Publicar un comentario