2020: Un Año para seguir abriéndole paso a una Nueva Colombia


Por Sur América y el Caribe soplan nuevos vientos: las viejas sociedades dominadas por élites oligárquicas y antidemocráticas, con sus modelos coloniales de producción y la corrupción política como estrategia de poder sobre los pueblos, están quebrándose por fuerzas de la historia que las hace obsoletas para los nuevos tiempos.

El paro y las manifestaciones populares solo son una expresión del descontento masivo y popular contra estas élites corruptas, violentas e incapaces. Estas elites llevan más de doscientos años engañando, empobreciendo y asesinando a los pueblos, vaciando y destruyendo los recursos naturales de sus territorios nacionales y asesinando a quienes proponen o lideran otras formas de sociedad: escuadrones de la muerte, dictaduras, paramilitares, policías políticas, todas las recetas criminales para amedrentar y dominar la fuerza popular, pero no han podido. Los paros y manifestaciones de Ecuador, Chile y Colombia demuestran la incapacidad de gobernar de estas elites en estos nuevos tiempos y la fuerza descomunal de sus pueblos a construir nuevas sociedades más equitativas, incluyentes y democráticas.
El Paro en Colombia continúa dijo alguien en televisión refiriéndose al Paro Nacional y a las jornadas de protestas de todos los sectores frente al gobierno del Centro Democrático, representado por Iván Duque y dirigido desde las toldas por el expresidente y senador Uribe.

El Paro y las movilizaciones van seguir, claro que sí. Porque la Colombia Democrática, multicultural y pluriétnica, está en pie de lucha por los derechos de los ciudadanos y ciudadanas a un mejor medio ambiente, a la paz, a la ciudadanía diversa, a la justicia social, al trabajo licito y salarios justos, a una educación moderna y para todos y todas, a una Colombia incluyente y biodiversa, a la tierra para los campesinos e indígenas, a una salud para todos, al derecho de vivir en paz sin las sombras oscuras de la violencia política acechando contra líderes y lideresas del pueblo colombiano.

Todas estas exigencias no hacen más que demostrar que el modelo de económico de los gobiernos colombianos, y más aún ahora con su enfoque criminal del neoliberalismo, no responde a las necesidades ni aspiraciones de los colombianos, pues en su esencia el modelo solo enriquece más a los ricos, como los dueños de las empresas de salud, los banqueros y a los grandes terratenientes exportadores de caña, palma y banano, y empobrece a la mayoría de los colombianos, condenados a la miseria, a la ignorancia y la violencia social.

Este año el Paro y las marchas deben continuar mostrando las miserias del neoliberalismo en Colombia y las propuestas alternativas que desde los distintos sectores de la población colombiana se vienen avanzando, en resistencia al modelo hegemónico: propuestas de manejo responsables de las fuentes de agua en los páramos; de manejo alternativo al problema de los cultivos ilícitos de la coca; de la reforestación de territorios deprimidos por la ganadería extensiva y monocultivos como la caña y la palma aceitera; un año para demostrar las alternativas de economías solidarias; de nuevas formas de hacer que la política dignifique a los ciudadanos; de cómo proteger la vida de indígenas, afrocolombianos y otros grupos étnicos en peligro de extinción por la minería ilegal y otros factores violentos que los afectan con la anuencia de actores gubernamentales y económicos nacionales que imponen su violencia económica neoliberal….

El Paro va a seguir hasta que el mensaje sea escuchado. La Constitución de 1991 declaró la participación ciudadana en las acciones que impliquen a la población, pues bien, este es el momento para poner en crisis ese modelo colonial, centralista y oligárquico de planificar el país. El país debe planificarse desde las regiones, de abajo hacia arriba, y los gobiernos deben obedecer el mandato ciudadano, no al contrario.

El año se abre con esperanza a los ojos de una Colombia rica en su diversidad cultural, religiosa, política y ambiental; los manifestantes caminan con los pies alados de los que traen buenas nuevas, noticias de un futuro mejor, en su canciones se expresa el amor a una justicia social doscientos años encadenada, sus cuerpos sienten el viento de territorios recuperados a la minería ilegal, a las deforestaciones; en sus canciones se escuchan las palabras de las madres que perdieron sus hijos en la guerra y más de quienes fueron presentados como falsos positivos, y se escucha el llanto de los niños de las familias desplazadas…

Este año seguirá la pelea por hacer de Colombia una sociedad distinta a la que los innumerables Uribes de nuestra historia han querido mantener de forma permanente: Una Colombia enamorada de la vida, no de la muerte.


JRD.Pacifico colombiano. Enero 4 de 2020

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