POR UNA NARRATIVA AFROCOLOMBIANA, AFROSURAMERICANA

 


POR UNA NARRATIVA AFROCOLOMBIANA, AFROSURAMERICANA

 

Soy Jaime Rivas Díaz, escritor y pintor afrocolombiano.  Nací en Cabomanglares, comunidad rural de Tumaco en el río Mira donde crecí sensibilizado por las leyendas y cuentos tradicionales de la Tunda, El Ribiel y otros de la tradición oral afrocolombiana que contaban mis mayores. Este amor por las historias orales me  llevó, a los seis años, a las radionovelas de Kaliman, Rayo de Plata  y Arandú, y de ahí salté a las historietas ilustradas de Águila Solitaria y las tiras cómicas de los periódicos que llegaban a mi vereda empacando el mercado semanal.

 

Cuando había cursado el cuarto de primaria mi madre me llevó a Tumaco a terminar la primaria. Ya era un niño lector. Era un chico de campo, algo tímido y asustadizo, intentando  aprender a vivir en  ese territorio desconocido que era la pequeña ciudad de Tumaco.

 

Durante mi bachillerato dividía mis días entre la biblioteca del pueblo, algunas actividades laborales  y el colegio, estaba tanto en biblioteca que empecé a conocerme la ubicación de los libros  que los otros niños y adolescentes buscaban, yo les orientaba. Mi permanente presencia en la biblioteca fue notada por la bibliotecaria y algunos de sus auxiliares que decidieron hacerme colaborador y me daban un pequeño estimulo en dinero cada mes. Pero el verdadero pago por estar en esas horas en la biblioteca era la maravillosa  experiencia con los libros: literatura, historia, arte,  política, ciencias, entre otros. Aún recuerdo mi fascinación con los cuadros de Dalí, Picasso, Vangot,  y otros pintores europeos, así como con  los murales de  Rivera y otros artistas suramericanos. Estaban allí: en los libro de arte. Igual mi emoción crecía y mi imaginación volaba con los libro de García Márquez, Cortázar y Kafka.  Ese contacto con los libros definió mi personalidad y mis intereses hacia el futuro: quería ser pintor y escritor, de hecho hice mi primer curso de dibujo por correspondencia con media beca que me gané replicando el dibujo de Memín, una de las historietas que seguía leyendo gracias a que me las prestaba mi vecina. Tanto el colegio como la biblioteca y el grupo de teatro del colegio fueron mis espacios en la adolescencia, un refugio de paz y alegría en las que escapaba de las dificultades económicas y los conflictos familiares que me deprimían.

 

Y es que de niño, en Cabo manglares yo pescaba y colaboraba  en la alimentación de la familia, cuando llegamos a Tumaco nuestra condición económica empeoró y mientras mi madre y mi abuela trabajaban, yo cuidaba de mis hermanas, y cuando había tiempo hacía algún trabajo para ganar algún dinero, así  fue como continué siendo un niño y adolescente trabajador: fui ayudante de modistería, lotero, vendedor de periódicos, de dulces y de cosméticos, ayudante de construcción con mi padrastro y payaso con uno de mis amigos del grupo de teatro, entre otros.

 

En el bachillerato aprendí a llevar un cuaderno adicional donde escribía versos y poemas, e ideas para cuentos o frases extraídas de alguna lectura. En el colegio imprimí mi primer periódico e inicié mi primer libro de poesía que quise imprimir, pero no tenía dinero para hacerlo y el presupuesto familiar apenas alcanzaba para la comida y el arriendo: ser escritor o pintor era un sueño imposible para un hijo de pescadores, campesino  y negro. En esa época no lo sabía, en esos días yo vibraba con los versos de Neruda aunque  algunos de mis amigos y profesores me advertían que con la pintura y la escritura, en Tumaco, me moriría  de hambre.

 

Fue por mi interés de publicar un libro de poesías que conocí  a la persona que luego  me contactó con un proyecto maravilloso: Gente entintada del Pacifico Colombiano. Era 1988, me había ido a vivir solo para dedicarme a escribir y a pintar y me ganaba la vida con un empleo en un papelería y luego ayudando a un amiga  a escribir actas de sus reuniones.  Fue ese año que mi vida dio un vuelco, de repente era coordinador de ese proyecto de alfabetización que hizo posible que viajara a Cali, Barbacoas Guapi, Bahía Solano, Istmina. Cuando me instalé en Cali para estudiar comunicación social en a la Universidad del Valle ya era un comunicador popular que estaba conociendo el Pacifico, su gente, su historia y su cultura. Si la biblioteca de Tumaco reforzó mi amor por la pintura y la escritura, el proyecto Gente Entintada me dio la oportunidad de conocer el Pacifico y apasionarme por la cultura afrocolombiana  y por mi identidad étnica y un nuevo compromiso político surgió en ese proceso: mi pintura y mi literatura tenían que ser afrocolombianas, narrar y escribir la situación, las historias, los sueños y desventuras y alegrías de la gente afro del Pacifico colombiano.

 

Desde esos años he escrito cuatro novelas, tres libros de cuentos y relatos, dos de poesía y algunos  textos cortos para Facebook y mi blog www.palabrasrenacientes.com. He autopublicado tres de  mis novelas: Endiablao y El Silencio de Luz Marina en www.Autoreseditors,com; y  El Rezao en Wadpah.  Mi último libro, Herencia de Nuestros Mayores, una serie de cuentos que recogen aspectos históricos de la subregión,  fue financiado por un grupo de instituciones liderados por la Diócesis de Tumaco, está impreso y circula entre las instituciones educativas de la subregión Pacífico colombiano. Los otros están inéditos esperando su turno para ser publicados.

 

En el transcurso de este proceso aprendí que los afrocolombianos estamos escribiendo libros de calidad y hay afrocolombianos queriendo leer esos libros; pero, para que el libro de un escritor afrocolombiano le llegue a ese lector, el autor tiene que escribirlo, imprimirlo y distribuirlo con sus propios recursos, o buscar un patrocinio,  y en ocasiones la comercialización del libro no justifica la inversión hecha en su escritura y su edición. Tenemos que hacer un esfuerzo doble porque las editoriales y algunas librerías están cerradas para escritores afrocolombiano y afrosuramericnos.

 

He comprendido entonces que este esfuerzo es una apuesta política. También los escritores afro  somos víctimas  de la exclusión oficial y elitista de la que es parte la población afrocolombiana y afrosuramericana.

 

En mi trabajo en la región del Pacifico colombiano he conocido a varios escritores, unos a quienes les ha publicado la universidad o la institución donde trabajan;  otros, el político amigo, mientras que los más renunciaron a escribir sus libros porque con el primero no encontraron editorial, ni el apoyo institucional y menos político que los publicara. En mi caso, como lo han hecho otros, he acudido a la autopublicación usando los espacios que brinda la Internet; pero no es suficiente, porque para muchos de nosotros la Internet aún es una promesa incumplida.

 

Los que persistimos, pese a todo, lo hacemos por el ideal quijotesco de hacer una literatura afrocolombiana o afrosuramericana, una narrativa nuestra, que dé cuenta de nuestra vida, nuestra historia de luchas y sueños, de nuestra particular visión del mundo, de ese mundo distinto que deseamos.

 

Así las cosas, una narrativa afrocolombiana y afrosuramericana, aunque necesaria es  muy  difícil de construir; pero es necesaria,  porque nuestras voces han sido calladas en el pasado,  nos obligan a vivir como quieren los poderosos del sistema asesino que define la vida como mercado y guerra. Y ahí, los pueblos afroamericanos tenemos que hacernos oír, el mundo necesita de nuestros sentipensamientos.

Por eso es importante continuar en el esfuerzo, poniendo un granito de esperanza en cada palabra, y esperando que nuestros lectores, afro o no afros o no ayuden a construir esta nueva narrativa.

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