De la prepotencia del poder o la ignorancia empoderada.

De la prepotencia del poder o la ignorancia empoderada.

Últimamente no falta en la semana un comentario de los políticos del Centro Democrático que sorprenda al país no por su inteligencia sino por su tremenda ignorancia.
Y desde esa ignorancia, que estimula su prepotencia, todos ellos hablan de lo inconveniente de los Acuerdos de la Habana y de su intención de aniquilarlos para que no se convierta Colombia en una Venezuela dirigida por el castrochavismo que nos llevaría al temido socialismo o quizás, más terrorífico aún, al comunismo. De hecho, un precandidato de este partido dice que asumiría incluso el rearme y la guerra con FARC. Así hablan los que han visto la guerra desde sus palacetes o desde las playas de veraneo en el extranjero, tomando wiski con la plata de los colombianos.
Ya por sí solo, el concepto de castrochavismo es un embeleco conceptual con que la élite conservadora y guerrerista del país ha querido asustar a los colombianos: es el mismo método usado en la historia para denigrar a los liberales del siglo XIX que eran presentados como ateos y masones, contrarios a la fe católica. Ya en los años veinte le tocó a los socialistas que lideraban el naciente movimiento obrero en la nación verse señalados de rojos y comunistas, paridos de la mente diabólica de un Carlos Marx (ateo también) que estaba más cerca del infierno que los personajes de Dante.
Ahora, ser antiuribista es ser castrochavista, el mal encarnado en los hombres que no quieren seguir viviendo la pobreza bajo el manto sagrado de la ignorancia y las buenas intenciones de los rifles oficiales.
Buen trabajo hacen los nuevos sacerdotes de ésta elite moribunda en su propio desprestigio (¿o desperdicio?). La publicidad engañosa (recuerden que el NO ganó con trampa y perdió por ley) es la nueva biblia y los publicista los nuevos sacerdotes que desde sus pulpitos audiovisuales denigran y señalan a los líderes de la izquierda democrática y asustan al país entero para que siga siendo cordero bajo la bota elitista.
El discurso Castrochavista está construido de una serie de slogan más que de datos históricos y sociológicos. No aguanta un análisis serio. Ya se sabe, que los dictadores no les llaman a sus gobiernos dictaduras, ni los ricos hablan del origen ilegal y sangriento de sus riquezas sino que siempre las explican como un regalo divino. Y ahí está la iglesia católica para confirmarlo.
Estos son tiempos de construir una nación diferente a la que esta élite racista, infame, mezquina, ignorante, belicista y paramilitar no pudo, porque siempre estuvo ausente, porque despreció al pueblo colombiano, a las culturas indígenas, afrocolombianas y populares, al País de Cafres como decía uno de sus ideólogos.
Es tiempo de construir una nación donde el aporte de afrocolombianos, indígenas, mujeres, campesinos, obreros y demás habitantes de Colombia, sean visibles y valorados; tiempo, para construir una nación en la que seamos iguales ante la ley, donde no hayan familias presidenciales; donde realmente los derechos de cada persona sean respetados y protegidos por un Estado libre corrupción; una Colombia donde podamos construir el presente y futuro con posibilidades de estudio y trabajo digno para los jóvenes y las nuevas generaciones, enraizados en el maravilloso territorio del que hacemos parte.
Son tiempos para que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tengan una segunda oportunidad sobre esta tierra.
Jrd. Pacífico colombiano. 2017


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