LA AGRESION COMO FORMA DE LENGUAJE
Una madre joven manotea a su
niña de año y medio porque se mueve mucho en la silla en que la ha sentado y porque
juega con las mangas del vestido de joven con que la ha vestido hoy, la trata
más como una muñeca con traje de moda que como a una niña de tierna infancia.
Más allá, en otro lugar de la región, una familia se comunica a gritos: el
padre grita a la madre, la madre grita al padre, el padre grita al hijo que a
su vez grita al padre y a la madre, y cuando tenga sus propios hijos los
gritará para que le obedezcan como él obedece los gritos de sus padres.
Manotear, pegar, insultar,
amenazar a gritos, es un rosario de acciones en el ámbito familiar de nuestra
región. Por ese camino no entró la ternura y el maltrato es rey. El cuerpo de las personas se convierte en un
receptor de dolor y castigo. El amor familiar, si lo hay, es doloroso. Esa es
la agresión como lenguaje, con la que construimos nuestras propias violencias.
Se modela el cuerpo y las
representaciones del niño en la violencia. De dónde vinieron esos monstruos que
matan, descuartizan y aterran sino de familias y escuelas donde el lenguaje es
la agresión. No hay comunicación sino agresión, dominación del otro.
La inexistencia de un proyecto de pareja y de familia es
también el de la creación de nuevas personas; sin embargo, esas nuevas personas
se socializan en prácticas de violencia familiar, intrafamiliar, violencia
generalizada, violencia basada en género, violencia social…
Se renuncia al dialogo
respetuoso, el que crea lazos de solidaridad, sentido de pertenencia y teje
lazos de sociabilidad pacífica. La guerra nos ha colonizado al punto de que no
podemos soñar la vida sin ella.
Nuestra obediencia no es al
respeto sino nuestra reacción al miedo que nos produce el otro: nos han estado
educando para el terrorismo y quien más nos aterroriza es el patrón, el jefe,
el líder, y merece nuestro respeto.
Es un lenguaje y una
práctica de la violencia que vino de afuera o salió de nuestras familias. Lo
importante ahora es cómo construimos un lenguaje que nos permita andar por el
camino de la paz, un lenguaje de abrazos y ternura, de reconocimiento del otro
como compañero en el camino de la vida, no como un agresor ni alguien para
agredir, un camino de valor por el amor y de la aventura de quererse.
Jr, Guapi, Cauca, 2017.
.
Comentarios
Publicar un comentario