POR UNA COLOMBIA IGUALITARIA Y JUSTA: UNA NUEVA DEMOCRACIA


POR UNA COLOMBIA IGUALITARIA Y JUSTA:
UNA NUEVA DEMOCRACIA
Por: Jaime Rivas D.


Estas elecciones presidenciales son especialmente particulares. Aquí se están jugando dos opciones para el futuro de Colombia: continuar con la democracia elitista de los Lleras, los Santos y  Uribistas, o dar el paso a una democracia más igualitaria que responda a las expectativas de más de medio país hastiado de la guerra y de las penurias a las que la actual élite gobernante los ha llevado.

La derecha en el poder dice, a través de sus medios de comunicación masiva, que estas elecciones están polarizadas. Y el mismo expresidente y senador Uribe, en una propaganda televisiva, llama a olvidarnos de la lucha de clases y asumir la construcción de la armonía entre los ricos y pobres de Colombia.

Del mismo lado, las encuestas de esos medios que dan por ganador al candidato del uribismo no dejan de asombrarse del ascenso y la popularidad del candidato de la izquierda democrática y cómo expresa el pueblo su alegría y confianza en este líder político. Esas encuestas también muestran como el pueblo colombiano castiga a los últimos delfines, el nieto del expresidente lleras no tiene opción sino  la de aliarse con sus amigos del Centro democrático.

Estos síntomas, indicios, si quieren, demuestran que Colombia cambió. Ahora no se trata de que el pueblo salga a votar por liberales o conservadores. Atrás quedaron esos tiempos en que los colombianos del común eran incitados a votar por los representantes de dos partidos tradicionales que representaban a la misma clase rica de Colombia y se repartían el poder, gobernaban para sus intereses, con voceros de sus mismas familias en el senado, en la cúpula de la Iglesia católica y en las fuerzas armadas.

El estamento estaba tan bien montado que hasta el presidente Santos se dio el gusto de decir, hace unos años atrás, que esta era la democracia más sana y antigua de Suramérica.

Claro, el presidente hablaba de esa democracia elitista, la de los patricios colombianos, grupo de familias ricas nacidas para gobernar, blancas ellas, descendiente de los colonizadores y esclavistas europeos y huérfana de autenticidad y de una identidad americana porque nunca dejaron de ser extranjeros en este territorio. De hecho, sus hijos siempre han crecido en París, Londres y Miami y heredan el poder político como cualquier delfín europeo del siglo XIV y han demostrado detestar al pueblo colombiano, esa raza americana donde el crisol cultural mezcló a europeos con africanos y nativos americanos…”Esos indios, Esos negros”.

Pero, la Colombia maltratada, la de “Esos indios, Esos Negros”, cambió. Y expresó ese cambio en el Plebiscito que siguió a la firma de los Acuerdos de la Habana. Ahí, más del 49% de la población colombiana dijo SI a la paz con la guerrilla de las FARC y expresó su deseo de cambio por una nueva Colombia, con una democracia distinta, una Democracia Igualitaria, pacifica, en contravía de los sectores tradicionalistas y conservadores que siguen oponiéndose a esos acuerdos, que siguen entorpeciendo su desarrollo legal, que han prometido hacerlos trizas, y que ganaron el plebiscito con el 51% de los votos, con recursos engañosos, propios de la derecha que representa a la vieja estirpe gobernante de la nación. Afortunadamente, no demoró mucho para que la verdad de sus trampas le saltara en la cara y dejara claro el triunfo de los colombianos que ya no comen cuento a esa clase elitista, reaccionaria, antipatriótica, paramilitar y excluyente que representa Uribe y su corte del Centro Democrático.

Es medio país diciendo que está cansado de la violencia, de las trampas y de la corrupción, de la guerra impuesta por esta elite que no ha sido capaz de construir una sociedad sana que nos permita vivir dignamente a todos los colombianos.

Esta Democracia Elitista ya se había quebrado con la muerte de Gaitán que cuestionó su ineptitud, violencia y desprecio por las clases populares. Por eso lo mataron. Y se dedicaron a perseguir cualquier idea y persona que sonara a liberal o a revolución. A eso le llamaron la Violencia Campesina y dio comienzo al surgimiento de las autodefensas liberales que  a su vez parieron en los setentas a las Farc.

Para apaciguar la guerra partidista que estimularon desde Bogotá pusieron a un  general (Rojas Pinilla) que resultó siendo uno de los mejores presidentes que ha tenido el país. Pero esta misma élite lo sacó y se apertrechó políticamente en lo que llamaron el Frente Nacional, una treta clasista en la que se repartieron el poder cada cuatro años entre los dos partidos…más o menos como ahora.

Para mantenerse en el poder esta elite ha hecho de todo: ha corrompido el ejercicio político y de la administración del Estado con subterfugios como los famosos auxilios parlamentarios; ahora dan en propiedad las instituciones nacionales para provecho político y financiero de sus socios políticos: mermelada, mermelada; compran votos, líderes y los que no compran los intimidan, los desplazan o asesinan con sus oscuros socios armados… así han asesinado o mandado asesinar candidatos políticos como Gaitán en 1948 y el candidato del M19 y los del partido Unión Patriótica en las elecciones de 1990.

La Colombia que creció sufriendo estos atropellos está hastiada y por eso busca otros linderos, otras rutas, otro proyecto, como el que vienen construyendo desde hace varias década los ambientalistas, los negros e indígenas, los desplazados, los obreros expulsados de los cañaverales y de las haciendas palmeras; la Colombia de los mayores sin pensiones, de las madres que aún lloran los hijos desaparecidos en la guerra, las de los falsos positivos, los que tienen por única oportunidad sembrar o raspar coca…La otra Colombia, la que sueña con una sociedad  democrática, igualitaria y justa, la que todos nos merecemos.

JRD. Pacifico colombiano. 2018.



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